
Pumas vence a Chivas en penales y gana la Liga MX en 2004

CM y CC: Me gustan los deportes pero entre mis favoritos está la lucha libre mexicana, el básquetbol y la F1, ¡soy Checolover declarado!
La noche del 13 de junio de 2004 está para siempre grabada en la memoria de los aficionados del fútbol de México. Especialmente, los universitarios. Después de 13 años de espera, de lenta y tensa espera, Pumas tenía ante sí la posibilidad de coronarse en casa, frente a su gente, en una final contra Chivas que ya se anunciaba dramática. El torneo Clausura 2004 se pintaba con esos colores: tensión, historia, urgencia. Y al final, fue la garra, el temple y un único disparo desde los 11 metros lo que decidió todo. Ese 13 de junio de 2004, Pumas se impuso en el campeonato de la Liga MX ante Chivas en una tanda de penales que ha quedado para la posteridad. Lo ocurrido en el Estadio Olímpico México 68 aún perdura en la memoria de los fanáticos y las leyendas del fútbol azteca.
Ida equilibrada en Guadalajara
La serie comenzó en el Estadio Jalisco. Chivas, jugando como local y dirigido por Hans Westerhof, tenía la obligación de imponer sus cualidades frente a su gente. Pumas, visitando, comandado por Hugo Sánchez, buscaba no perder el control emocional. En ese escenario, los auriazules golpearon primero: José Luis ‘Parejita’ López puso el 0-1 tras una jugada rápida dentro del área. Pero la gloria de visitante no se construye con márgenes cómodos.
Cuando el reloj marcaba ya el segundo tiempo, Salvador Carmona recibió un penalti asignado por el árbitro Manuel Glower, que no estuvo exento de polémica. El rival rojiblanco se quejó de que se produjo el penal fuera del área. Ramón Morales cobró con sangre fría y emparejó la serie. Con ese 1-1 partieron hacia Ciudad Universitaria, cada uno con sus ilusiones intactas pero con la sensación de que faltaba mucho por jugar.
Vuelta tensa en CU: 0-0 y prórroga sin concesiones
El Olímpico Universitario se vistió de gala. Más de 60 mil almas esperaban el momento de la gloria. Chivas fue al frente, intentando dominar la pelota, explotar sus extremos y buscar a Omar Bravo y Adolfo Bautista por las bandas. Pumas defendía con coraje, contragolpeaba cuando podía y presionaba alto para recuperar rápido. Las ocasiones claras escasearon, los tiempos se diluyeron y la paridad mandó al tiempo extra.
Durante la prórroga, el clima en CU era pesado: pasaban los segundos y parecía que se iba a romper el partido, pero los arcos resistieron. Oswaldo Sánchez, el arquero rojiblanco, vio volar disparos firmes de los felinos, y Sergio Bernal, en la portería de Pumas, hizo lo suyo al contener un remate picado de Medina en los últimos segundos. Cuando el silbatazo final de la prórroga retumbó, el marcador seguía sin moverse: 0-0. La definición iba a llegar desde el manchón penal.
La tanda eterna: 5-4 a favor de Pumas
Ni Pumas ni Chivas querían ceder el paso. En aquella tanda de penales se dibujó el epílogo que nadie olvidaría. Primero cobraron los felinos: Jaime Lozano, con decisión, rompió el silencio desde el punto penal. Luego siguieron Joaquín del Olmo, Joaquín Beltrán, Kikín Fonseca y Ailton: cinco cobros ejecutados con precisión letal. Chivas respondió con Adolfo Bautista, Manuel Sol, Juan Francisco Palencia y Omar Bravo acertando sus tiros. Y llegó el momento.
Vino el quinto tiro del Rebaño: le tocó a Rafael Medina, joven promesa rojiblanca, el momento de más presión de su vida. Lo pateó fuerte, buscó el ángulo… y el balón pasó por encima del travesaño y fue muy desviado. Pumas se coronaba campeón de la Liga. La grada explotó, el silencio se convirtió en grito y los universitarios vivieron la liberación de 13 años sin título.
El entrenador del Pumas campeón era nada más y nada menos que Hugo Sánchez, el mayor mito que ha dado el fútbol mexicano. Así eligió a los lanzadores. “Les iba mirando a los ojos y los iba anotando, viendo, analizando, me estaba percatando de que algunos estaban convencidos y otros no estaban preparados. Como siempre me quedaba con ellos después de los entrenamientos, con los que querían o con los que yo les decía, a tirar faltas, penales, los conocía perfectamente”, explicó al medio ‘CANCHA’.
La marca eterna del 13 de junio
Ese 5-4 no fue solo un resultado: fue la explosión de emociones que consolidó al equipo universitario como potencia en torneos domésticos. Fue un ejemplo de identidad: defender con orgullo, atacar con criterio, creer más allá del desgaste físico, del daño psicológico, del rival. Fue el episodio que reafirmó que en CU se juega con el corazón.
Chivas lo sintió hasta los huesos. El proyecto rojiblanco, que soñaba con reconquistar la cima, se quedó sin armadura en el último instante. El penal errado de Medina se convirtió en tema recurrente: se dijo que tardó días en salir de su casa. Fue el héroe inadvertido, el antihéroe, el protagonista involuntario de una tragedia deportiva.
Para los Pumas, esa final fue el bautizo de fuego del bicampeonato. Fue el momento que convocó leyendas, reforzó la fe de su afición y dejó para siempre un capítulo imborrable en sus vitrinas. Hasta hoy, al evocarse la historia del club, ese 13 de junio de 2004 sale a relucir. El drama, la presión, el penal decisivo y la gloria. Casi medio borde entre la agonía y el éxtasis. Y ahí, en ese fino límite, nació una leyenda que sigue viva cada vez que Pumas juega a lo grande.
La noche del 13 de junio de 2004 está para siempre grabada en la memoria de los aficionados del fútbol de México. Especialmente, los universitarios. Después de 13 años de espera, de lenta y tensa espera, Pumas tenía ante sí la posibilidad de coronarse en casa, frente a su gente, en una final contra Chivas que ya se anunciaba dramática. El torneo Clausura 2004 se pintaba con esos colores: tensión, historia, urgencia. Y al final, fue la garra, el temple y un único disparo desde los 11 metros lo que decidió todo. Ese 13 de junio de 2004, Pumas se impuso en el campeonato de la Liga MX ante Chivas en una tanda de penales que ha quedado para la posteridad. Lo ocurrido en el Estadio Olímpico México 68 aún perdura en la memoria de los fanáticos y las leyendas del fútbol azteca.
Ida equilibrada en Guadalajara
La serie comenzó en el Estadio Jalisco. Chivas, jugando como local y dirigido por Hans Westerhof, tenía la obligación de imponer sus cualidades frente a su gente. Pumas, visitando, comandado por Hugo Sánchez, buscaba no perder el control emocional. En ese escenario, los auriazules golpearon primero: José Luis ‘Parejita’ López puso el 0-1 tras una jugada rápida dentro del área. Pero la gloria de visitante no se construye con márgenes cómodos.
Cuando el reloj marcaba ya el segundo tiempo, Salvador Carmona recibió un penalti asignado por el árbitro Manuel Glower, que no estuvo exento de polémica. El rival rojiblanco se quejó de que se produjo el penal fuera del área. Ramón Morales cobró con sangre fría y emparejó la serie. Con ese 1-1 partieron hacia Ciudad Universitaria, cada uno con sus ilusiones intactas pero con la sensación de que faltaba mucho por jugar.
Vuelta tensa en CU: 0-0 y prórroga sin concesiones
El Olímpico Universitario se vistió de gala. Más de 60 mil almas esperaban el momento de la gloria. Chivas fue al frente, intentando dominar la pelota, explotar sus extremos y buscar a Omar Bravo y Adolfo Bautista por las bandas. Pumas defendía con coraje, contragolpeaba cuando podía y presionaba alto para recuperar rápido. Las ocasiones claras escasearon, los tiempos se diluyeron y la paridad mandó al tiempo extra.
Durante la prórroga, el clima en CU era pesado: pasaban los segundos y parecía que se iba a romper el partido, pero los arcos resistieron. Oswaldo Sánchez, el arquero rojiblanco, vio volar disparos firmes de los felinos, y Sergio Bernal, en la portería de Pumas, hizo lo suyo al contener un remate picado de Medina en los últimos segundos. Cuando el silbatazo final de la prórroga retumbó, el marcador seguía sin moverse: 0-0. La definición iba a llegar desde el manchón penal.
La tanda eterna: 5-4 a favor de Pumas
Ni Pumas ni Chivas querían ceder el paso. En aquella tanda de penales se dibujó el epílogo que nadie olvidaría. Primero cobraron los felinos: Jaime Lozano, con decisión, rompió el silencio desde el punto penal. Luego siguieron Joaquín del Olmo, Joaquín Beltrán, Kikín Fonseca y Ailton: cinco cobros ejecutados con precisión letal. Chivas respondió con Adolfo Bautista, Manuel Sol, Juan Francisco Palencia y Omar Bravo acertando sus tiros. Y llegó el momento.
Vino el quinto tiro del Rebaño: le tocó a Rafael Medina, joven promesa rojiblanca, el momento de más presión de su vida. Lo pateó fuerte, buscó el ángulo… y el balón pasó por encima del travesaño y fue muy desviado. Pumas se coronaba campeón de la Liga. La grada explotó, el silencio se convirtió en grito y los universitarios vivieron la liberación de 13 años sin título.
El entrenador del Pumas campeón era nada más y nada menos que Hugo Sánchez, el mayor mito que ha dado el fútbol mexicano. Así eligió a los lanzadores. “Les iba mirando a los ojos y los iba anotando, viendo, analizando, me estaba percatando de que algunos estaban convencidos y otros no estaban preparados. Como siempre me quedaba con ellos después de los entrenamientos, con los que querían o con los que yo les decía, a tirar faltas, penales, los conocía perfectamente”, explicó al medio ‘CANCHA’.
La marca eterna del 13 de junio
Ese 5-4 no fue solo un resultado: fue la explosión de emociones que consolidó al equipo universitario como potencia en torneos domésticos. Fue un ejemplo de identidad: defender con orgullo, atacar con criterio, creer más allá del desgaste físico, del daño psicológico, del rival. Fue el episodio que reafirmó que en CU se juega con el corazón.
Chivas lo sintió hasta los huesos. El proyecto rojiblanco, que soñaba con reconquistar la cima, se quedó sin armadura en el último instante. El penal errado de Medina se convirtió en tema recurrente: se dijo que tardó días en salir de su casa. Fue el héroe inadvertido, el antihéroe, el protagonista involuntario de una tragedia deportiva.
Para los Pumas, esa final fue el bautizo de fuego del bicampeonato. Fue el momento que convocó leyendas, reforzó la fe de su afición y dejó para siempre un capítulo imborrable en sus vitrinas. Hasta hoy, al evocarse la historia del club, ese 13 de junio de 2004 sale a relucir. El drama, la presión, el penal decisivo y la gloria. Casi medio borde entre la agonía y el éxtasis. Y ahí, en ese fino límite, nació una leyenda que sigue viva cada vez que Pumas juega a lo grande.
“Para mucha gente puede decir que el Pumas vs Chivas es un Clásico por la final del 2004, pero creo que es un partido que llama mucho la atención”
‼️EXCLUSIVA con @ParejitaLopez11, leyenda de Pumas, en #ClaroSportsEnW
📻96.9FM y 730AM
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💻 https://t.co/sczDFPu6p4 pic.twitter.com/DiYEFxi4Rs— Claro Sports (@ClaroSports) October 1, 2025
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